viernes, 5 de diciembre de 2014

10º aniversario

Diez años ya... Mañana hace diez años desde que aquel gorro se perdió.

Desapareció en el ya también desaparecido Sherry's (ya, ya sé que en realidad es Sherry, pero yo siempre lo llamaré así), el último baluarte de lo decadente y lo bizarro en Madrid, con lo que al menos el lugar parece adecuado. Ya he hablado largamente del dolor de su pérdida y del inconsolable vacío que dejó, por lo que hoy me abstendré. También conocéis todos la tradición de llevar un sombrero en estas fechas, para recordarlo. Para quizás encontrar la magia.

Es innegable que a pesar de diez años de ausencia, la influencia en la sociedad del Gorro Mágico no ha dejado de crecer. No ya sólo por las investigaciones de nuestra historiadora Virtudes Romero, que poco a poco va rescatando e hilvanando fragmentos de la Historia en los que el Gorro ha tenido un papel decisivo. A lo largo de estos años ha habido avistamientos aquí y allá de sombreros de un aspecto si no igual, muy parecido al del que aquí nos atañe. Hace varios años, alguien afirmó rotundamente que lo llevaba un punki en una manifestación. No me cabe duda de que su armonioso diseño y sus gloriosas formas han sido copiados y esparcidos por doquier por diseñadores y modistas a lo ancho del globo. Como se suele decir, las modas pasan pero el gorro permanece.

También ha habido canciones y poemas, más allá de los susurros de grupos de jóvenes ebrios contando sus leyendas. Se dice que la afamada poetisa Esther de Cheshire compuso su Oda al Gorro justo antes de ingresar en un sanatorio mental para mujeres demasiado entusiastas de los gatos. Lo adjunto al final del post.

En los últimos años, quizá lo más inquietante ha sido la aparición de un grupo expedicionario que se autodenominan KATW y que viajan a los rincones más insólitos del mundo en busca de pistas del Gorro Mágico, desde la cima del Cotopaxi en Ecuador a la India profunda, desde los bosques de la Amazonia a pueblitos perdidos en Estonia. Nadie sabe exactamente cuáles son sus intenciones ni si disponen de alguna información relevante que nosotros no conozcamos, ni si encuentran algo valioso, ni qué harían con ello en caso de ser así. De todos modos, dado que esto es un blog público, no me atrevo a decir más aquí. Estaremos alerta.

En fin, como podemos ver el Gorro sigue presente. Quién sabe cuándo volverá a aparecer, ni qué influencias pueda tener sobre esa sociedad, en ese momento del curso de la Historia. Tal vez pasen generaciones, tal vez a nuestros nietos sólo les lleguen los mitos, tal vez esté ahora actuando en lugares de los que no nos llegan noticias... Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, no se olviden de cubrir su cabeza mañana. Busquen la Magia.

In memoriam.



Oda al Sombrero Perdido

Llegarán los días en que todo mortal proclame,
oh, Gorro Mágico e irrepetible,
tus singulares gestas de heroicidad preñadas.

De un lado a otro del continente,

durante los siglos venideros y por siempre,
los seculares cánticos entonarán tus alabanzas.

No eras birrete, ni cofia, ni bonete,
ni siquiera capucha, chichonera o teresiana.
Eras un humilde y deshilachado sombrero,
sencillamente; uno que por cientos de peludas
y peladas testas, por igual, sin cesar erraba.

¡Cómo añoramos tu toque misterioso y distinguido
que, sin hacer distingos, a todos nos otorgaba!

                                                            Esther de Cheshire

De la Magia del Mundo

La Primera Ley de la Termodinámica es la ley de conservación de la energía, que todos conocemos: La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Es decir, la cantidad de energía es siempre la misma. No se puede extraer de un sistema más energía de la que tenía previamente.
La Segunda Ley dice, a grandes rasgos, que no existe un proceso mediante el que se pueda transformar el 100% de energía en forma de calor en energía en forma de trabajo, ya que siempre se perderá una parte de energía por el camino que no se puede aprovechar.
La Tercera Ley, menos conocida, dice que es imposible alcanzar una temperatura igual al cero absoluto mediante un número finito de procesos, lo que significa que todo lo que existe en el universo tiene algo de calor, y por tanto está sometido a las dos leyes anteriores.

Básicamente, lo que afirman estas tres leyes es:

1 - Usted no puede ganar.
2 - Usted no puede empatar.
3 - Usted ni siquiera puede abandonar el juego.

Las Leyes de la Termodinámica, especialmente la Segunda, son las leyes más comprobadas y más incontestables de toda la física, y sobre ellas se sustenta toda la ciencia. Otra formulación de esta Segunda Ley dice que la entropía en cualquier sistema cerrado tiende a incrementarse con el tiempo hasta alcanzar un equilibrio. Podemos decir que la entropía es la parte de energía que no se puede aprovechar para producir trabajo, y describe lo irreversible de los sucesos termodinámicos. Para poder aprovechar el calor de un objeto, debe transferirlo a otro de menor temperatura. Por ejemplo, una taza de café se enfriará con el tiempo, pero lo contrario no ocurrirá nunca. El universo tiende a distribuir la energía uniformemente, de manera que tenga mayor entropía. La entropía indica el grado de desorden de un sistema. Si tenemos un recipiente con dos gases diferentes separados por una pared (a igual presión y temperatura) y la retiramos, los dos gases se mezclarán de forma uniforme, aumentando la entropía.

Todo esto viene a decir que todo en el universo tiende a organizarse de manera desordenada hasta llegar a un equilibrio. Algo que hace un tiempo ya dijo más coloquialmente un tipo: "Si algo puede salir mal, saldrá mal".

Así que la fatalidad rige nuestras vidas. Estamos abocados al fracaso, condenados al caos. Entonces, ¿por qué los seres humanos nos empeñamos en intentar poner orden en nuestro mundo, en luchar contra la tragedia, en desafiar al destino, si no nos queda más remedio que perder? ¿Por qué negarnos a ser marionetas de la adversidad? ¡Porque precisamente eso es lo que nos hace humanos! Vale, no podemos ganar, pero podemos (¡debemos!) intentar perder por la menor diferencia posible. Si no nos rebelásemos contra Murphy aún estaríamos viviendo en cavernas. Y hay momentos en los que casi podemos empatar.

La propia Ley de Murphy contempla que si la Ley de Murphy puede salir mal, saldrá mal. Son esos escasos momentos en los que parece que el mundo se pone de acuerdo y todo funciona como debiera. En los que, contra todo pronóstico, los planes salen bien y no todo está perdido. Esos momentos en los que sientes que todo es tan hermoso que dan ganas de llorar, y el corazón se desborda, y parece que el tiempo se detiene. ¿Y si la belleza fuese un sentimiento?

¡He ahí la Magia del Mundo!

Notas históricas: Un recorrido por la primera mitad del s. XX

Artículo de la revista “Annales d'histoire sociale et d'autres choses impossibles“ por el profesor emérito en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales Theodorán Nadaud, Universidad de Nantes, 5 de Enero de 1956.


Hay un tiempo reciente en la historia de nuestro siglo, este s. XX, en que personas y naciones vivieron profundas transiciones, traumáticas y fascinantes. Todos verán sus religiones agrietarse por la presión de la medicina moderna, la magia mecánica, el hallazgo de cientos de dioses no cristianos, el hedonismo en forma de consumo o por las revoluciones germinadas en el rojo de las ideas y la sangre. Mi compañero P. Burke tiene mucho que contar sobre estos elementos y más. Los mismos Imperios sufrirán una rotura de aguas para dar nacimiento a guerras, colapsos, usurpaciones, y a la vez criaturas supranacionales, nuevos Estados y reglas en medio del pandemónium internacional. No podía ser menos con el resto. Así, los conflictos entre naciones e imperios se vuelven apocalípticos, imposibles a la imaginación; los campesinos, desde los bourgs de la Picardía a las aldeas de la Anglia Oriental siguen abandonando sus ásperas azadas para iniciar, en un trance de promesas, su dura vida en las abigarradas y sucias ciudades. Con bastante solidez se conoce la intervención de un curioso Gorro en importantes hechos de esta tormenta histórica. Formidablemente respecto a épocas anteriores, el Artefacto adquiere la naturaleza acelerada de este siglo, convulsa, cambiante; de ahí los periodos de relativa brevedad con cada nuevo dueño y nación.


Las toneladas de documentación disponible, suficientes para ocupar varias vidas, han permitido concretar cómo y dónde influenció este Gran Gorro. Los falsos testimonios y la destrucción deliberada de fuentes me obligarán a un ejercicio de especulación en determinados momentos, nada de lo cual debe tomarse como trabajo íntegramente profesional en este texto. No quiero defraudar a futuros investigadores: la documentación es tan abundante como intrazable a la lógica común. Por eso, amablemente ofreceré en privado la compleja metodología desplegada en mis trabajos para inferir la pista invisible del Gran Gorro. Los testimonios orales fueron localizados gracias a este sistema y al trabajo muy duro de mi hermosa compañera de departamento Edna, tan buena políglota como excelente comunicadora. El gorro como tal ha tenido diversos nombres, descripciones, dueños, estilos y caracteres, ha sido catalogado, especulado y recreado de múltiples formas. Y siempre es el mismo. Por comodidad, lo llamaré Gran Gorro para no darle falsas identidades múltiples.

Según pude encontrar en los fondos de la Universidad de Viena, muy rica en documentos de la Primera Guerra Mundial, el Gran Gorro intervino en el desencadenamiento de la misma. El asesinato de Francisco Fernando de Austria en 1914 por el entonces joven serbio nacionalista Gavrilo Princip no fue casual. La existencia de la organización nacionalista serbia Unificación o Muerte al parecer se benefició de un destino afortunado. Desde que Apis, uno de los principales conspiradores, fuera testimoniado como portador del artefacto, la influencia de esta organización no dejó de aumentar en la corte y en el parlamento serbio. Tras el asesinato de Francisco Fernando y su esposa, Gavrilo Princip fue detenido y el Gorro, préstamo de Dragutin Dimitrijević (Apis) al joven anarquista para ejecutar el regicidio, quedó aguardando en las dependencias de la comisaría general de Sarajevo. Apis moriría tres años después.


Como todos saben, los países de la Triple Alianza estaban peor dotados en muchos aspectos para hacer la guerra que la Triple Entente. Sin embargo, la batalla del Somme, donde murieron un millón de hombres valientes, obligó al imperio Alemán a sustraer recursos de cualquier tipo. Solo de ese modo puedo explicar el viaje del Gran Gorro desde Sarajevo a la cruel guerra de trincheras en la Europa Occidental. Los testimonios de soldados ya ancianos que pude entrevistar coinciden en sus versiones del Artefacto. Por tanto la pista es sólida. Según explican, mientras les observo nadar en recuerdos, el Gorro acompañó a muchos soldados jóvenes; especulan, con reverencia y una intuición aterrada en la voz, que sus compañeros perecían bien a las horas, bien a los pocos días de olvidar o perder aquel sombrero. La historia perfectamente coherente de un soldado francés lisiado, Erwan Vance, me ha permitido rastrear al último poseedor del mismo. Se trata de un ex-soldado amigo de Erwan, en la actualidad un inveterado profesor de literatura de la Universidad de Oxford, llamado John Ronald Reuel Tolkien, hombre de cierto renombre por sus investigaciones literarias y cuentos para niños.


La carta manuscrita del profesor Tolkien me historia sus recuerdos como sigue: primero, cómo quedó extrañado del estilo armónico, de su tejido etéreo; y cómo destacaba con modestia épica entre los abastos militares del almacén dónde encontró por casualidad el Gran Gorro. Explica en su escrito, emocionado por el trazo nervioso que adquiere su grafía, cómo después se inició un periodo maravilloso de creatividad, sorprendente para él mismo. Aunque la miseria, la muerte permanente y los nuevos horrores de esta primera guerra moderna no quedaron del todo ajenos a su creatividad desatada, desde ese momento empezó un torbellino inspirador donde únicamente cabalgaba a lomos de la genialidad, explosionando en relatos e ideas extraordinarias. No solo me remarca, sino me asegura el profesor Tolkien, este periodo fue el eje para edificar su legendarium, la cosmogonía de su actual producción literaria.

El Gran Gorro acompañó fielmente a este profesor de literatura durante su convalecencia por la terrible enfermedad de la bacteria Bartonella Quintana, la fiebre de las trincheras, a la que sobrevivió de forma excepcional. Sin embargo el Gorro se vio repentinamente, para tristeza del doctor Tolkien, en un inesperado viaje a Rusia, aliada de guerra en esos momentos de Francia. Para desaparecer solo fueron suficientes unas pocas horas de olvido en el carguero de un avión Nieuport 28 modificado para el transporte.

Estoy aún sorprendido de seguir su pista entre las convulsiones y dolores de parto de nuestra vecina Unión Soviética. Al parecer, debió de llegar en algún momento de 1917 e influenció de manera decisiva en el audaz empoderamiento de los bolcheviques. Empoderamiento súbito para hasta hacía poco una sección política tachada con mucho desprecio como “insignificante puñado de demagogos”. Notas apuntadas en los márgenes de las actas de las reuniones del Comité Central Bolchevique mencionan a veces como portador del Gorro a Zinoviev, en otras a Lenin y en ocasiones a Kámenev. El origen de esta confusión puede hallarse en el estilo audaz a las formas de la época o por el cambio de redactores. Indudable es que una figura de gran poder en el partido llevó consigo el Gran Gorro, ejerciendo influencia decisiva e impulsando los ya enrielados acontecimientos que precipitarían la Revolución de Octubre.

El enorme caos y la guerra civil rusa dieron un destino totalmente ignoto al Gran Gorro. Sin duda el artefacto se muestra sensible a las perturbaciones exteriores para luego desaparecer. No puedo ofrecer seguridad total al lector sobre la siguiente afirmación, mas es una explicación plausible. Los contactos de las élites de Wall Street con dirigentes de la Rusia presoviética para explotar los manantiales de petróleo del Cáucaso están en el origen del cambio de continente del Gran Gorro (como muy bien documenta el periodista ex-nazi Anton Zischka).

Sus ausencias son tan acentuadas como sus apariciones y no me fue difícil rastrear su impacto en la formación de la Sociedad de Naciones. Como es conocido por todos, este organismo precedió a nuestra recientemente formada Organización de las Naciones Unidas. La Sociedad de Naciones, el primer intentó de hermanar a todas las naciones, todos los pueblos del mundo y alejarlos del fantasma de la guerra, se alimentó de los Catorce Puntos de Wilson. La mente brillante tras este texto fue la del influyente político Edward Mandell House, poseedor del Gorro mientras dirigió un equipo asesor de 150 expertos para su redacción. Las memorias privadas de uno de estos asesores narra como Mandell asustaba con su comportamiento a los técnicos del texto. Apenas dormía y sin embargo su mente poseía una lucidez extrema, corrigiendo a decenas y decenas de supervisores todos los días; más aun, concertaba entrevistas en su despacho de madrugada para discutir durante horas flecos y aristas, ambigüedades y superposiciones. Finalmente presentó su documento al presidente Wilson, quien atribuyó el impresionante cruce de disciplinas del texto a su equipo, nunca a la influencia no humana del Gran Gorro.


Mandell House lo perdió en un día de intenso viento y poco tiempo después también perdió la gracia del presidente Wilson, removiéndole del cargo en 1919. Durante la década siguiente, conocida como los Felices Años Veinte, tengo numerosas referencias, de enorme interés, acerca de la influencia del Gran Gorro de forma brevísima e irreversible en distintas eminencias culturales de estos años. Como no es mi objetivo tratarlo aquí, citaré el afortunado encuentro de, entre otros, Fitzgerald (en A este lado del paraíso), el pianista Ellington, Walt Disney o William Haines. Encuentros de días, en ocasiones de horas, suficientes para dejar una marca profunda en la memoria de estas celebridades, no fáciles de sorprender por la naturaleza acelerada y llena de estímulos de su vida diaria. También sería para mí toda una oportunidad exponer el poderoso impacto del Gran Gorro en la caída de la República de Weimar, en la constitución de la Segunda República Española o en el descubrimiento por valientes exploradores del pozo de petróleo de Burgán, surtidor de un quinto mundial del maná negro con que crece nuestro mundo industrial. Sin embargo no es el objetivo de este breve artículo y lo cerraré con una de las últimas referencias del Artefacto, poco antes de su desaparición de la historia reciente.

He podido retomar las investigaciones donde justamente las dejó el profesor Heinrich E. Hofes, Catedrático de Estudios Indoeuropeos de la Universidad Humboldt de Berlín, tristemente fallecido poco antes del fin de la guerra. Me ha sido fácil recoger suficientes testimonios orales para garantizar cómo uno de los últimos poseedores del Gran Gorro fue el general soviético Iván Kónev. Este incansable gigante de testa tempranamente pelada ha tenido, quizá por esa naturaleza, una enorme afición por los sombreros. A pesar de la reciente muerte de Stalin las siguientes fuentes prefieren mantener el anonimato. Y estas voces en la sombra dicen que el asalto de Berlín, la caída de la capital del Imperio de los Mil Años fue a iniciativa, planteamiento y estrategia de Kónev. Tanto Stalin como Zhúkov fueron en algún momento persuadidos por los extremadamente brillantes planteamientos de Kónev, sus conjeturas audaces y sus demostraciones de ingenio militar aplastando un frente germano-nazi tras otro. Mis fuentes anónimas explican cómo se oían largas discusiones de Iván con Stalin y otros generales al mando de distintos frentes. Si nunca se ha reflejado la influencia del general Iván Kónev en tales hechos ha sido por motivos puramente políticos. Entre ellos, la necesidad de no hacer sombra a Josev Stalin ni revelar que la toma de Alemania descansó sobre la intuición militar de un solo hombre, un hombre extraordinario, un hombre siempre acompañado de un sombrero particular en sus escasos ratos libres.

Poco después el Gran Gorro desaparece bajo un intenso manto de misterio para no dar señas de su camino por el curso de la historia humana. De momento, solo de momento.


Nota de Virtudes Romero, cronista de Panjin Productions

El profesor Theodorán Nadaud y su compañera de departamento Edna desaparecieron de forma misteriosa dos años después cuando ejercían funciones diplomáticas en Iraq, en los meses del golpe de estado de Qasim en 1958. Con ellos se fueron los secretos de investigación del Gorro, pues al carecer de herederos directos, la Universidad de Nantes con los años terminó deshaciéndose de su abultada e ignorada documentación por problemas de espacio. De momento solo he podido localizar este artículo suyo, nunca publicado por problemas de financiación de la propia revista “Annales d'histoire sociale et d'autres choses impossibles, y lo he podido localizar gracias al atrevido nombre de la misma.


A día de hoy aún desconozco si el profesor Nadaud mantuvo algún tipo de contacto con el profesor Hofes, pero no hay ningún asomo de duda de que el objeto de sus investigaciones es el mismo, que no es otro que el perdido Gorro Mágico de Panjin, como él lo llamaba, capaz de atraer hacia su portador la Magia del Mundo. (...)

Notas históricas: El Gorro en las primeras vanguardias del s. XX

En los últimos tiempos la Historia, tal y como se estudia y transmite tradicionalmente a través de escuelas y enciclopedistas, ha sido cuestionada por favorecer unos hechos en detrimento de otros debido a los intereses políticos del momento. Historiadores revisionistas de una y otra época han aparecido para restablecer nuevos puntos de vista que habían quedado ocultos por la versión oficial de la misma. Mi intención aquí es poner de relieve un hecho que usualmente ha pasado desapercibido por los historiadores de renombre y que hizo confluir los más importantes movimientos políticos y artísticos de la Europa de la primera mitad del siglo XX: la influencia definitiva del Gorro Mágico en algunos momentos cruciales para el arte y la historia. Es bien sabido cómo arte e historia se entrelazan e influyen mutuamente el uno en el otro, y tenemos noticias de que el gorro influenció en la política, las corrientes artísticas y el impulso de las vanguardias en la época de entreguerras.

Hay noticias de que el gorro estuvo implicado y sirvió como estandarte en las revoluciones de 1830 y 1848: Arthur Rimbaud, al parecer, fue retratado en un esbozo portando una prenda en la cabeza durante su estancia en la comuna, prenda que algunos académicos identificaron como el Gorro Mágico. También estuvo presente, según algunos historiadores, en la unificación de Italia y Alemania y otros movimientos de corte nacionalista y romántico. De estos hechos, sin embargo, no hay pruebas concluyentes. De lo que sí hubo pruebas fehacientes es de su participación en el asesinato del archiduque Franz Ferdinand en 1914, desencadenante, como todo el mundo sabe, de la I Guerra Mundial. Al parecer, el joven asesino Gavrilo Princip arrojó un gorro antes de disparar sobre el archiduque; este gorro se ha identificado positivamente como el Gorro Mágico. La organización terrorista Mano Negra lo usaba como distintivo de sus causas.

El gorro ha sido, pues, relacionado habitualmente con causas revolucionarias, anti-monárquicas y anti-imperialistas, pero, ¿qué hay de su influencia definitiva en las corrientes artísticas de vanguardia que desembocaron en el concepto de arte del siglo XX? Si dibujamos una línea en el tiempo buscando los orígenes de la vanguardia, podemos afirmar, sin duda, que una de las mayores influencias de la vanguardia se originó con el movimiento romántico, a finales del siglo XVIII. Es sabido el gran interés que generaron las distintas revoluciones a lo largo y ancho del mundo a poetas como William Blake, Shelley y Byron, y cómo apoyaron con sus versos las mismas. La presencia del Gorro Mágico es certera para algunos historiadores en estos lugares. Como ya se ha dicho, se ha situado al gorro en las principales revoluciones de Europa del siglo XIX y en la Comuna de París. Hoy día, además, es seguro su recorrido por la Europa revolucionaria y vanguardista durante principios del siglo siguiente.

El rastro del gorro se vuelve a encontrar en la casa parisina de Gertrude Stein. El número 27 de la Rue de Fleurus se llena de pinturas y artistas que charlan y cambian impresiones sobre arte y literatura. El gorro también está allí. Sobre una desvencijada silla de madera, Stein insiste en que el gorro presencie los debates de sus amigos. El crítico de arte Stanley O’Connor cuenta cómo un día un joven Picasso percibe la presencia del gorro al otro lado de la habitación y, tras preguntarle a Stein por su historia, le pide permiso para estudiar su geometría y proporciones: el genial Picasso ha tenido una idea. Desde el estudio de proporciones en el Renacimiento, nunca ha habido una revolución igual. Picasso decide que el mundo moderno es demasiado complejo para ser medido únicamente a escala humana. El Gorro Mágico ofrece un modelo mucho más interesante. Pasamos del hombre de Vetrubio de Leonardo da Vinci a la estructura geométrica del Gorro.

Aunque otros historiadores (véase como ilustración de esto algunas notas no publicadas del profesor Heinrich E. Hofes, Catedrático de Estudios Indoeuropeos de la Universidad Humboldt de Berlín) ponen de manifiesto la perfecta circularidad del Gorro, razón por la cual estuvo presente en rituales y batallas de la época precristiana, el joven Picasso tiene una visión totalmente distinta: el Gorro debe ser estudiado por sus rasgos angulosos y sus distintas perspectivas. Una vez en su estudio, se dedica a estudiar la perspectiva incluyendo todos los puntos de vista: ha nacido el cubismo.
  
Una vez experimentado este descubrimiento, Picasso comenta los resultados en una velada en la casa de Stein. Tanto Stein como Guillaume Apollinaire, atentos contertulios en estas veladas, se empapan de la teoría cubista y proceden a aplicarla en literatura. La biógrafo de Stein, Martha Pebbles, afirma que el texto original de su archiconocida poesía no era “a rose is a rose is a rose”, sino “a hat is a hat is a hat”. Al parecer, la escritora lo cambió con el afán de darle un toque menos prosaico y dialogar con los tópicos tradicionales de la literatura. Guillaume Apollinaire, por su parte, empezó a desarrollar sus famosos Caligramas a partir de esta idea. Se dice que desarrolló varios caligramas en la forma de un sombrero, en honor a la inapreciable fuente de inspiración que proporcionó éste. Sin embargo, terminó destruyéndolos o regalándolos a desconocidos que conocía en sus juergas nocturnas, y hoy en día no existe ninguno publicado. El profesor Sontran Kohl lleva años viajando por toda Europa en busca de los manuscritos perdidos de estos caligramas. Sus últimas investigaciones le han llevado a la madrileña plaza de Vázquez de Mella, donde al parecer un sin techo apodado Puñalón podría poseer el último manuscrito existente. El profesor experimentó la rara y poderosa influencia del gorro cuando el susodicho dibujó delante de sus ojos un extraño boceto basado en formas geométricas, presumiblemente influencia de la charla que el antepasado del sin techo mantuvo con el poeta, y que éste legó como bien preciado a sus descendientes. El profesor Kohl escribió un artículo que relaciona este conocimiento casi arcano de la perspectiva con el concepto cosmo-agónico de H.P. Lovecraft, pero aún está por demostrar cómo ha podido llegar la influencia del gorro hasta el escritor americano.

(…) Habíamos dejado al Gorro Mágico en su estancia en París en las primeras décadas del siglo XX. Es bien conocida la influencia que tuvo Apollinaire en la formación del concepto y el grupo del surrealismo. El poeta fue una referencia confesa del fundador del surrealismo André Bretón. Hay referencias de que Apollinaire legó el gorro, regalo de Gertrude Stein, a Bretón, y que éste estuvo presente en varios de los eventos surrealistas organizados en cafés en sus inicios...


De la influencia y los viajes del Gorro a comienzos del s.XX”, Enciclopedia del arte alternativa (pendiente de publicación), Virtudes Romero. Extracto publicado en 1984 como artículo en la revista de la Univerzita Karlova de Praga.




Notas actualizadas:

Hace algunos años tuve ocasión de conocer al profesor Kohl en una de sus últimas visitas a la plaza Vázquez de Mella. Tenía interés, además de en los manuscritos perdidos de Apollinaire y los bocetos de Puñalón, en la extraña influencia que el gorro pudiese haber tenido sobre ellos y en saber si era cierto lo que se contaba de que Panjin había llevado ese mismo gorro tiempo atrás en el mismo lugar, y que en conmemoración pedía a todo el mundo que el primer sábado de diciembre, día del aniversario de la pérdida, se pusiesen un gorro al salir a la calle, para encontrar la magia. Cuando se lo confirmé, el profesor se mostró entusiasmado con la idea, y añadió que llevar un gorro con ese tiempo debería ser una muestra de sensatez y buen gusto en todo el mundo. Acto seguido se marchó sin mediar palabra.

Más recientemente, se ha comentado en los mentideros de las universidades europeas que el profesor ha perdido la pista de Puñalón, quien al parecer embarcó a China hará algunos meses. El profesor no ha querido hacer comentarios al respecto y afirma que sigue trabajando en su investigación. No debe perderse de vista, sin embargo, de ser cierto el hecho, los cambios que podría ejercer en la sociedad y mentalidad china la influencia, lejana en el tiempo aunque aún perceptible, del Gorro.

Notas históricas: Egill Skallagrímsson

Extracto de un manuscrito sin publicar de Heinrich E. Hofes, Catedrático de Estudios Indoeuropeos de la Friedrich-Wilhelms Universität (actualmente Universidad Humboldt de Berlín), hallado en 1944, cerca de su lecho de muerte.


En cuanto a la pregunta, "¿por qué un gorro?", la respuesta es fácil: se trata de un objeto de desarrollo circular, que se puede portar colocado en el cuerpo. De cualquier bachiller en Historia es sabido que los antiguos guerreros germánicos eran dados a agasajar a sus sirvientes con las armas y los artefactos ganados en batalla, y que esta costumbre era una de las bases de la sociedad germánica; llegándose a medir la valía de reyes y nobles en función de su prodigalidad material para con sus vasallos.

Se daban piezas de armamento y armadura como muestra de la confianza y de la preocupación por la seguridad de los guerreros, y éstos eran recibidos de buen grado, pero de especial valor ceremonial en estas entregas eran cinturones, anillos, brazaletes y argollas. Todos estos objetos tienen en común su estructura circular, que los hacía evocadores de la concepción cíclica del tiempo; tan apreciada por las civilizaciones precristianas. En este sentido, este tipo de ornamentos se tornaban en talismanes que simbolizaban el futuro retorno en un nuevo ciclo vital; y gorros, cascos y escudos no eran ajenos a este tipo de consideraciones.

Fueron varios los guerreros normandos en cuyas cabezas posó el Gorro, abandonando a unos antes que a otros. De todos ellos, el último y más notable fue sin duda el guerrero y poeta islandés, Egill Skallagrímsson. Egill, a quien todos los códices ilustrados sobre sus hazañas (y las de sus muchos y famosos enemigos) representan tocado con una prenda de cabeza, vivió durante la mayor parte del s. X; y pasó la mayor parte de su vida perseguido por el rey de Noruega, Eirik Haraldsson, y su esposa Gunnhild. La relevancia del Gorro en los sucesos de este segmento de la Historia de Escandinavia se hace manifiesta cuando Eirik envía a varios de sus más leales guerreros, entre ellos su primogénito Röngvaldr, a buscar y dar muerte a Egill. Röngvaldr no sobrevivió por mucho tiempo al encuentro con Egill: herido de muerte, sólo logró dar a su padre el odiado gorro por el que su enemigo era reconocido en todas partes, arrebatado durante la encarnizada batalla que le mató un día después.

No sabemos si Eirik era consciente o no del valor real del tocado, pero Egill, enfurecido por su pérdida, plantó un gran poste de madera grabado con runas (arte en el que Egill era un reconocido maestro), en el que empaló una cabeza de caballo mirando en dirección al castillo de los reyes; tras lo cual pronunció una larga maldición conminando a los espíritus de los difuntos y de la tierra, y a la tierra en sí misma, a rebelarse y vagar sin rumbo hasta que el Gorro volviese a él, o los reyes fueran destronados.

Quiso el destino que sucediese más bien lo segundo que lo primero, cuando Haakon, hermanastro por parte de padre de Eirik, marchó contra este en venganza por el asesinato de su padre, desterrándoles a él y a su esposa Gunnhild. Con el Gorro todavía en su posesión, Eirik huyó con su esposa a Northumbria en el norte de Inglaterra, donde se convirtieron en los últimos monarcas independientes de este reino. Pero no todo estaba arreglado: Egill no había recuperado el Gorro, y no tardó en hacerse a la mar, listo para desafiar a sus viejos rivales en su nuevo reino... hasta que naufragó ante las costas inglesas. Las tropas de Eirik no tardaron en apresarle y conducirle ante el monarca, que le sentenció a morir al día siguiente. Egill fue arrojado a una celda estrecha y oscura, despojado de todas sus pertenencias. Salvo una, y es que el rey, tomado de la euforia por su inminente victoria, devolvió el Gorro a su anterior dueño; presumiblemente con el fin de que éste fuera bien reconocible en la hora de su ejecución.

Egill, reunido de nuevo con el Gorro, no perdió tiempo y procedió a componer durante toda la noche, en su mente, la Höfuðlausn ("Precio de una Cabeza"); obra pionera de la poesía escandinava, con uno de los primeros usos de rima a final de verso en dicha tradición literaria. Cuando Egill fue de nuevo llevado ante Eirik y Gunnhild, recitó su obra: un largo poema en celebración del rey y la reina, de su valor en la guerra, de su benevolencia ante los súbditos y su justicia magnánima. Eirik, todavía no sabemos si genuinamente conmovido por el poema o viendo la posibilidad de acrecentar la lealtad de sus vasallos con un acto de misericordia, perdonó allí mismo a Egill; declarándole libre de la pena de muerte y de cualquier persecución futura.

Egill todavía molestaría un poco más a los antiguos reyes noruegos, luchando en favor de Æthelstan, pretendiente sajón al trono de Northumbria; para después volver a la granja de su familia en Islandia, donde se asentó por el resto de su larga vida. Continuó una carrera poética que le convirtió en el bardo más famoso de su tiempo, y su poder guerrero y político crecieron enormemente. Sabemos que poco antes de morir enterró el Gorro junto con sus armas y una cantidad indeterminada de plata, pero el sirviente que le asistió en esta tarea fue asesinado, y el lugar de este escondite se encontró vacío a las pocas décadas del cambio de siglo.

La historia del Gorro y su paso por las manos de Egill, infames en violencia pero legendarias en genio creador, me hacen reflexionar sobre mi propia búsqueda del artefacto: largos años me he considerado como aquél que busca el Gorro, pero ahora creo que es el Gorro el que me perseguirá a mí, en sueño o en vigilia, hasta la tumba."


Sigue aquí una nota al pie de Virtudes Romero, cronista de Panjin Productions

Aunque conocemos muy poco sobre su figura, y todos los escritos suyos que se han podido rescatar resultan bastante crípticos y confusos, poca duda cabe hoy de que el gorro al que incansablemente estuvo siguiendo la pisa Herr Professor Hofes es el ya perdido Gorro Mágico de Panjin, como él lo llama, por el cual creó la tradición de que (...)

Una última cuestión. A pesar de haber buscado entre todos los libros y apuntes del profesor que sobrevivieron a la guerra, aún no he conseguido encontrar la fuente original de la que extrajo esta historia. Es posible que ese documento se perdiera también, pero en caso de tener acceso a él seguro que podríamos obtener mayor información acerca de otros acontecimientos remotos entretejidos en torno al destino de este Gorro, y quizás incluso podríamos llegar a atisbar su origen. Más no puede decirse acerca de este asunto.

Notas históricas: Beethoven

Ahora bien, habiendo muerto ya todos los implicados directos, y dado que desaparecieron la mayor parte de fuentes escritas, aquel misterioso objeto y el papel que tuvo en los acontecimientos pasados cayeron en el olvido.

Permaneció en el castillo Waldstein, ignorado por todos, como mero elemento decorativo carente de significado, hasta mediados del s. XVIII, cuando la familia decidió llevar sus pertenencias menos importantes a la mansión de Bonn. Allí se habría quedado probablemente de no ser porque un tiempo más tarde, hacia 1787, un joven Ludwig van, que entonces contaba 16 ó 17 años, acudió a mostrar sus habilidades musicales al conde Ferdinand von Waldstein, que posteriormente sería gran amigo y benefactor.

Es sabido que el conde, impresionado por el talento del joven, le regaló un piano de cola. Sin embargo, pasó más desapercibido el hecho de que también le dejó que cogiera como regalo lo que más le gustase de entre todo lo que había en un gran salón lleno de reliquias familiares bastante inútiles. Inmediatamente el inquieto Ludwig se sintió atraído por aquel objeto de hermosas formas y extraño colorido, y lo escogió sin dudar.

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Es notable la influencia que este gorro ejerció sobre Beethoven, y el afecto que éste le llegó a tener. La armoniosa conjunción de todos aquellos colores, donde cada uno tenía su lugar, pero unidos entre sí y sin que ninguno predominase sobre otro, le parecían la esencia misma de la libertad y de la alegría. Así, se permitió abrazar sueños de una humanidad fraternalmente unida en una Paz Universal, sueños que nunca le abandonaron.

No es de extrañar que la obra de Friedrich Schiller, que conoció pocos años después, causara un gran impacto en él, en especial la “Oda a la Alegría”, con la que se identificaba plenamente y a la cual desde entonces manifestó su deseo de ponerle música, deseo que tardó casi 30 años en llevar a cabo. Según el profesor Hofes, cuando en el 4º movimiento de la Novena Sinfonía, justo antes del comienzo del texto original de Shiller, Beethoven se empeñó, ignorando la censura, en que el barítono cantase “¡Paz! ¡Libertad!”, sin duda estaba aún fuertemente inspirado por el recuerdo de aquel viejo gorro de su juventud y los ideales que éste le infundió.

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En 1792 Beethoven se estableció en Viena, y a medida que su genio empezó a hacerse reconocido por la corte y la aristocracia, empezó a lucir con orgullo su gorro entre la alta sociedad austriaca, hecho que si bien algunos miraban con disgusto, despertó no pocas envidias y encaprichó a varias damas. La más destacada y más fatal fue la joven y bella condesa Giulietta Giucciardi, que fue alumna suya en 1801, y de la que se enamoró perdidamente como nunca antes. Aunque ella al principio le correspondía, parece ser que únicamente se acercó a él con objeto de seducirle y conseguir aquel gorro que le fascinaba, aunque luego resultó ser sólo un capricho pasajero; como fuere, obtuvo lo que quería y Beethoven, en un arrebato de pasión, se lo regaló como símbolo de amor inmortal.

Algo de lo que se arrepintió muy pronto, pues al poco el interés de la condesa por él decreció rápidamente y rechazo su petición de matrimonio. El desconsolado Beethoven se encontró casi de repente sin condesa y sin gorro, y a esa pérdida dedicó su sonata para piano nº 14 “Claro de Luna”. En 1803 la condesa se casó con un tal conde Wenzel Robert Gallenberg y se fueron a Italia, aunque en 1822 regresó a Viena con clara intención de acercarse a Beethoven de nuevo, pero fue rechazada por éste dado que ya no tenía el gorro.

Beethoven no volvió a ver el gorro, y aunque lamentó amargamente el haberlo perdido de semejante manera, siempre estuvo agradecido al destino y al conde Waldstein por haberle dado la oportunidad de tenerlo durante unos años, y así en 1804 le dedicó su famosa sonata para piano nº 21, una de sus obras claves de su etapa de madurez, que marcaron el camino de la música que estaría por llegar. Beethoven nunca se olvidó del gorro y siempre lo recordó con cariño, e inmortalizó su esencia en una música inmortal que seguirá inspirando a las futuras generaciones en los siglos venideros.

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No está muy claro qué fue del gorro después, pero Herr Professor Hofes afirma que a principios del s. XX pertenecía a la nobleza austriaca y estuvo involucrado en los acontecimientos tanto sociales como culturales que cambiaron el modelo de sociedad en la primera mitad de siglo, aunque poco antes de la II Guerra Mundial se pierde la pista. Debo seguir investigando sus notas, aunque con su muerte en 1944 se perdió la fuente de información más importante.

De lo que no cabe duda es que de alguna manera acabó perdido y olvidado durante algunas décadas, hasta que en el último año del s. XX el joven Panjin lo encontró en un mercadillo de una pequeña población de Guatemala. A partir de aquí la historia es bien conocida.

A finales de 2004 Panjin perdió su querido Gorro Mágico, como él lo llama, pues tiene la capacidad de atraer hacia el portador la Magia del Mundo (...). Dice que ya no lo busca, que entiende que tiene que pasar a otras manos, que él ya tuvo su momento.

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Dónde está ahora ese gorro, creado en la noche de los tiempos, o en qué momento y en qué circunstancias volverá a aparecer, o qué destino le tienen reservado los Poderes, no está escrito en ninguna parte, y los sabios si lo saben, callan.


Extractos de los Cuadernos de Investigación de Virtudes Romero, cronista de Panjin Productions, según las notas del profesor Heinrich Hofes.

Del Gorro Mágico

Se ha dicho que la historia de Panjin y el Gorro Mágico es la crónica del fin de una era. Es la crónica de las noches del Madrid crápula del cambio de siglo, de los últimos tiempos del Sherry's, con su fauna y su Kali Pakito, y de los últimos decadentistas de Vázquez de Mella. Su desaparición supuso el fin de las Grandes Fiestas, y trajo consigo el germen de algo que se dio en llamar Fiestas del Pan.

Dicho gorro tenía la capacidad de atraer hacia sí la Magia del Mundo. Para semejante pérdida no existe consuelo posible. Desapareció, anegado por un mar de memes y cemento, como Beleriand bajo las aguas. Puede que vuelva a aparecer otro Gorro Mágico, para otra persona, en otro lugar, en otro tiempo. Y precisamente su existencia se ve acentuada por su ausencia. “Hasta que al final desaparece, sin dejar rastros de su existencia ni dentro ni fuera del sistema”.

Pero la magia sigue fluyendo a nuestro alrededor. ¿Y si la ausencia del original provocase la aparición de copias sin un original? ¿Y si al salir todos con un gorro a la calle se formase una especie de red virtual, una cuarta conciencia, que nos conectase, capaz de atraer la Magia? ¿Y si esa capacidad de atracción pudiera manifestarse de manera cada vez menos limitada en seres individuales, de forma que nosotros, en nuestra inocencia, pudiéramos aprovechar? ¿Y si...?

Existe la tradición de que cada año, el primer sábado de diciembre, en el aniversario de la pérdida, salga todo el mundo con un gorro a la calle. En conmemoración, en homenaje. Para que no se olvide. Y así quizás todos nos podamos sentir un poquito más mágicos.

In memoriam.