viernes, 5 de diciembre de 2014

Notas históricas: Beethoven

Ahora bien, habiendo muerto ya todos los implicados directos, y dado que desaparecieron la mayor parte de fuentes escritas, aquel misterioso objeto y el papel que tuvo en los acontecimientos pasados cayeron en el olvido.

Permaneció en el castillo Waldstein, ignorado por todos, como mero elemento decorativo carente de significado, hasta mediados del s. XVIII, cuando la familia decidió llevar sus pertenencias menos importantes a la mansión de Bonn. Allí se habría quedado probablemente de no ser porque un tiempo más tarde, hacia 1787, un joven Ludwig van, que entonces contaba 16 ó 17 años, acudió a mostrar sus habilidades musicales al conde Ferdinand von Waldstein, que posteriormente sería gran amigo y benefactor.

Es sabido que el conde, impresionado por el talento del joven, le regaló un piano de cola. Sin embargo, pasó más desapercibido el hecho de que también le dejó que cogiera como regalo lo que más le gustase de entre todo lo que había en un gran salón lleno de reliquias familiares bastante inútiles. Inmediatamente el inquieto Ludwig se sintió atraído por aquel objeto de hermosas formas y extraño colorido, y lo escogió sin dudar.

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Es notable la influencia que este gorro ejerció sobre Beethoven, y el afecto que éste le llegó a tener. La armoniosa conjunción de todos aquellos colores, donde cada uno tenía su lugar, pero unidos entre sí y sin que ninguno predominase sobre otro, le parecían la esencia misma de la libertad y de la alegría. Así, se permitió abrazar sueños de una humanidad fraternalmente unida en una Paz Universal, sueños que nunca le abandonaron.

No es de extrañar que la obra de Friedrich Schiller, que conoció pocos años después, causara un gran impacto en él, en especial la “Oda a la Alegría”, con la que se identificaba plenamente y a la cual desde entonces manifestó su deseo de ponerle música, deseo que tardó casi 30 años en llevar a cabo. Según el profesor Hofes, cuando en el 4º movimiento de la Novena Sinfonía, justo antes del comienzo del texto original de Shiller, Beethoven se empeñó, ignorando la censura, en que el barítono cantase “¡Paz! ¡Libertad!”, sin duda estaba aún fuertemente inspirado por el recuerdo de aquel viejo gorro de su juventud y los ideales que éste le infundió.

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En 1792 Beethoven se estableció en Viena, y a medida que su genio empezó a hacerse reconocido por la corte y la aristocracia, empezó a lucir con orgullo su gorro entre la alta sociedad austriaca, hecho que si bien algunos miraban con disgusto, despertó no pocas envidias y encaprichó a varias damas. La más destacada y más fatal fue la joven y bella condesa Giulietta Giucciardi, que fue alumna suya en 1801, y de la que se enamoró perdidamente como nunca antes. Aunque ella al principio le correspondía, parece ser que únicamente se acercó a él con objeto de seducirle y conseguir aquel gorro que le fascinaba, aunque luego resultó ser sólo un capricho pasajero; como fuere, obtuvo lo que quería y Beethoven, en un arrebato de pasión, se lo regaló como símbolo de amor inmortal.

Algo de lo que se arrepintió muy pronto, pues al poco el interés de la condesa por él decreció rápidamente y rechazo su petición de matrimonio. El desconsolado Beethoven se encontró casi de repente sin condesa y sin gorro, y a esa pérdida dedicó su sonata para piano nº 14 “Claro de Luna”. En 1803 la condesa se casó con un tal conde Wenzel Robert Gallenberg y se fueron a Italia, aunque en 1822 regresó a Viena con clara intención de acercarse a Beethoven de nuevo, pero fue rechazada por éste dado que ya no tenía el gorro.

Beethoven no volvió a ver el gorro, y aunque lamentó amargamente el haberlo perdido de semejante manera, siempre estuvo agradecido al destino y al conde Waldstein por haberle dado la oportunidad de tenerlo durante unos años, y así en 1804 le dedicó su famosa sonata para piano nº 21, una de sus obras claves de su etapa de madurez, que marcaron el camino de la música que estaría por llegar. Beethoven nunca se olvidó del gorro y siempre lo recordó con cariño, e inmortalizó su esencia en una música inmortal que seguirá inspirando a las futuras generaciones en los siglos venideros.

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No está muy claro qué fue del gorro después, pero Herr Professor Hofes afirma que a principios del s. XX pertenecía a la nobleza austriaca y estuvo involucrado en los acontecimientos tanto sociales como culturales que cambiaron el modelo de sociedad en la primera mitad de siglo, aunque poco antes de la II Guerra Mundial se pierde la pista. Debo seguir investigando sus notas, aunque con su muerte en 1944 se perdió la fuente de información más importante.

De lo que no cabe duda es que de alguna manera acabó perdido y olvidado durante algunas décadas, hasta que en el último año del s. XX el joven Panjin lo encontró en un mercadillo de una pequeña población de Guatemala. A partir de aquí la historia es bien conocida.

A finales de 2004 Panjin perdió su querido Gorro Mágico, como él lo llama, pues tiene la capacidad de atraer hacia el portador la Magia del Mundo (...). Dice que ya no lo busca, que entiende que tiene que pasar a otras manos, que él ya tuvo su momento.

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Dónde está ahora ese gorro, creado en la noche de los tiempos, o en qué momento y en qué circunstancias volverá a aparecer, o qué destino le tienen reservado los Poderes, no está escrito en ninguna parte, y los sabios si lo saben, callan.


Extractos de los Cuadernos de Investigación de Virtudes Romero, cronista de Panjin Productions, según las notas del profesor Heinrich Hofes.

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